martes, 3 de septiembre de 2013

Cartagena de noche

Siempre que me toca bajar del avión y caminar hasta la terminal me paro a respirar el aire para sentir que estoy en un lugar diferente.  He llegado a Cartagena de Indias, ya de noche, y no solo el aire es diferente, el aeropuerto también. Con un pasillo hasta la terminal solamente cerrado por maderas y rodeado de plantas se llega a un minúsculo aeropuerto. Tomo un taxi hasta el hostal, apenas a 2km ya estas viendo las murallas del centro, y me deja en Getsemaní. No me lleva al hostal porque la calle está cortada debido a la rumba que hay por la noche.

Getsemaní es un barrio fuera de las murallas con algunos rincones bonitos, la zona rosa (discotecas) y donde está la mayor oferta de hoteles económicos.  Yo me hospedé en Balcones de Venecia, un hostal sencillo, pero limpio, a 5min del centro.  Ansiosa por salir, dejo la mochila en la habitación y cargada con la cámara me aventuro a conocer el centro.  Como llovía el dueño del hostal,  muy amable y hablador, se empeña en que me lleve un paraguas que bien valía de sombrilla de playa.
Entro en la ciudad amurallada por la puerta del reloj a la Plaza de los Coches, aquí decido guardar el mapa y callejear sin rumbo,  pues es la ciudad más segura de Colombia y en todos lados está la policía.  Hay mucha gente, a pesar de la lluvia, de paseo, de compras o de rumba. A medida que camino entre los edificios coloniales me gusta más, pero el calor es tan sofocante que me paro a tomar una cervecita y una pizza en la Plaza de Santo Domingo. Bajo una sombrilla que me protege de la lluvia observo a la gente que viene y va, turistas, cartageneros,  coches de caballos, vendedores de todo tipo, hacen que la ciudad no pare un segundo, aunque entre tanto ajetreo se respira tranquilidad.
Reanudo mi camino por las callejuelas y escucho una marcha nupcial, una boda caribeña, un coche de caballos decorado con flores aguarda delante de la iglesia entre el ir y venir de damas de honor cargadas con cestas de pétalos y con trajes blancos típicos. Llego a las murallas y ahi se respira algo mejor con la brisa del mar, así que me decanto por una cerveza con música en directo, escucho Quisiera ser un pez y me acuerdo de lo poco que me gustaba cuando era niña y mi padre ponía Juan Luis Guerra en el coche. También de mi amigo Andrés que a él de peque ya le gustaba, quizá por haber vivido en Colombia...
Mi primera impresión ha sido maravillosa.  Entre piropos me vuelvo al hostal que mañana madrugo con dirección a las Islas del Rosario. Dejo unas fotos que hice pero no hacen justicia,  porque Cartagena hay que sentirla.

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